devoir maison espagnol/ créer une légende: ¿Por qué existe el viento?
Publié le 10/06/2022
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¿Por qué existe el viento? No sabemos cómo nació la Tierra.
Desde la noche de los tiempos se habla
todavía de un paraíso inicial, del cual los hombres fueron expulsados.
Los marineros saben cuán grande es la
maldición, ellos sudan remando en sus barcos, porque Zeus, un dios un poco caprichoso los había privado de
viento, encerrando a estos últimos en una isla lejana y encerrada, al sur del Cabo de Buena Esperanza.
Estos
decidieron entonces no respirar en absoluto y permanecer tranquilamente en su isla, pase lo que pase.
Más tarde, el rey de Francia, Jean-Paul Premier, harto de ver a sus mejores marineros agotarse remando,
encargó a su mejor capitán y amigo, el capitán Barbasse, que partiera en busca de la isla en la que estaría
encerrado el viento.
A cambio, a su regreso, le ofrecerían la mano de su hija y un regalo de 10.000 piezas de
oro.
El capitán partió entonces de St-Malo, en dirección al Cabo de Buena Esperanza, con su mejor equipo
de remeros.
En medio del océano, vio una balsa con un anciano.
El anciano parecía agotado y agotado.
La capitán se
apiadaría y tomaría al viejo a bordo.
Una vez a bordo del barco del capitán, el anciano llamado Edgar insistió
en que lo llevaran de vuelta a St-Malo, su ciudad natal.
Aunque fue un año más de viaje, el capitán aceptó de
buen grado, pensando que había hecho un buen amigo.
Llegados a St-Malo, la tripulación exigió un día de descanso bien merecido.
El capitán se dirigió a la casa de
Edgar, un castillo muy bonito.
Una vez en el castillo, Edgar pretendía ayudar al capitán en su búsqueda.
Sabía en qué isla estaban encerrados los vientos, y cómo sacarlos de la isla.
El capitán, aún escéptico, guardó
suavemente su espada, pero estaba dispuesto a sacarla.
Fueron a sentarse y Edgar dijo que quería agradecer
al capitán por traerlo de vuelta a St-Malo.
Le reveló la posición exacta de la isla y le dijo que para hacer salir
los vientos, había que silbar suavemente, con el fin de hechizarlos y atraerlos hacia el barco.
Al salir de la casa de Edgar, este último dio al capitán el plan para la construcción de un barco pero esta vez
con una vela.
El capitán tomó a Edgar por un loco y no le hizo caso.
Luego volvió al mar, pensando que
había perdido tiempo inútilmente.
Guardó el plano del barco en uno de los bolsillos de su chaqueta.
El camino hacia el cabo de Buena Esperanza era peligroso y estaba lleno de trampas tendidas por los dioses
que no deseaban ver llegar al capitán con su tripulación.
Pero el valor y la determinación de estos últimos
venció todas las pruebas y, después de dos largos años, llegaron finalmente al Cabo de Buena Esperanza.
No
les quedaba más que encontrar la isla, a pocos minutos de su posición.
El capitán decidió ir a las coordenadas
que Edgar le había dado, aunque no creía encontrar la isla de esa manera.
Se equivocaba, porque pronto
vieron la isla en el horizonte.
Al llegar, lanzaron el ancla y el capitán gritó a los vientos que los traería de
vuelta a Francia por todos los medios necesarios.
Los vientos, furiosos, se desataron contra el capitán y su
tripulación.
Les hicieron sufrir tornados y huracanes.
Dejando al capitán por muerto, los vientos dejaron de
soplar al final del séptimo día.
Pero el capitán había sido inteligente, había atado su cinturón a una roca y
había sobrevivido a la furia de los vientos.
Después de recobrar el conocimiento, todavía aferrado a su roca,
se apartó y nadó hacia la isla, en dirección a su barco, que había sobrevivido milagrosamente a las tormentas,
a diferencia de la tripulación.
Entonces se acordó de Edgar, que le había dicho que silbara suavemente para
hipnotizar los vientos.
Volvió a subir a su barco y fue a buscar un cofre de madera en la bodega.
Subió a la
cubierta del barco y comenzó a silbar.
Los vientos, hipnotizados, se precipitaron hacia el capitán y éste los
encerró en el maletero.
Fue entonces al Cabo de Buena Esperanza, donde compró troncos de árbol y sábanas
de cama para transformar su galera en velero.
A bordo de su nuevo velero, regresó solo a St-Malo.
Al llegar, se hizo disparar por los guardias del puerto
que, al ver llegar un barco sin remos, creyeron ver llegar al diablo.
Pero fue entonces cuando el capitán liberó
los vientos, y, después de atracar, declaró al rey Juan Pablo I que no deseaba tener a su hija, ni el regalo de
10.000 piezas de oro, pero exigió que le hicieran construir el velero más hermoso del mundo.
A partir de ese día, los vientos se refugiaron en las nubes, pero, habiendo perdido su paraíso inicial, deben
soplar permanentemente sobre la Tierra, para evitar ahogarse..
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